domingo, 19 de agosto de 2012

LA HIDRA DE MIL CABEZAS


Antes de verla, obviamente la presiento. Antes de tocar tierra firme, me doy cuenta de la clase de monstruo-alebrije que es. No la recordaba así, tal vez la recordaba diferente. O tal vez será que es diferente cada vez que se le ve, que se le mira, que se esta o vive en ella.
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La miro de Reojo, de soslayo, mientras el capitán del vuelo, nos dice:  ¡ATENCION!, SEÑORES PASAJEROS, SE HA REGISTRADO UNA REPLICA DEL TEMBLOR, POR TANTO NO PODEMOS ATERRIZAR, ESTAREMOS SOBREVOLANDO LA CD DE MEXICO POR 15 MINUTOS MÁS, HASTA QUE TODO SE TRANQUILICE, LES ROGAMOS GUARDAR LA CALMA, evidentemente al terminar su breve mensaje me llevo las manos a la cara, esperando lo peor; observo a todos, y todos se miran entre sí, incapaces de decir algo.


El avión sobrevuela la Ciudad de México. Pasan 15 minutos o tal vez 20, y  a mi me parecen una eternidad.  Mientras tanto, veo  por la ventanilla que hay un círculo de aviones, esperando aterrizar, “tráfico aéreo”-pienso-.  Mientras observo con atención, cada punto de la ciudad, trato con desesperación de reconocer los edificios más importantes, (de los que hablamos tantas veces en la Universidad), veo a lo lejos el Palacio de los deportes, las torres de Satélite,  Bellas Artes….y muchos lagos a las afueras de la ciudad,(quiero suponer que alguno de ellos era Valle de Bravo) por primera vez recorro  de cabo a rabo, la ciudad. ¡Coño! Que grande es.
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Después de las risas, nerviosas, y el ir y venir de las azafatas. Nos anuncian, con voz victoriosa, que al fin podremos aterrizar: HEMOS LLEGADO AL AEROPUERTO INTERNACIONAL BENITO JUAREZ.
Bajo inusualmente agitado, esperando lo peor. Pero afortunadamente, es  solo una replica más, después del temblor de 7 ° Richter, la ciudad aún me espera en pie.
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La primera impresión, he dicho siempre es la que más perdura en la memoria. Y la que yo tengo acá siempre que vengo, es el ritmo, que la ciudad te imprime: rápido-rápido-rápido.
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Aquí,  para la gente de tierra caliente como yo, siempre hace frío. A pesar de ser primavera.
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 Visita presurosa, me instalo e inmediatamente empieza mi primer día aquí. Como en un tianguis, en una de las colonias más populosas de la capital. Pruebo por primera vez unos tlacoyos (que son una especie de tortilla de maíz, alargada y larga, cubierta de lo que uno se le antoje). Y enseguida me veo inmerso en esa  multitud, que grita, llora, canta, vende, al unísono. Un mar de gente.
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Trato de recorrer lo más que puedo, pero 5 días, para una ciudad tan inverosímilmente  grande, es insuficiente. Se necesitarían algunos meses para recorrer lo más importante.
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Es un monstruo de mil cabezas: una hidra. Es una ciudad tan compleja, que se siente amor y odio, al mismo tiempo. No podría solo amársele, ni tampoco solo sentir odio.
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La ciudad es un monstruo, un animal indómito. Me ocupo una vez más en conocer, sus entrañas: subterráneas, oscuras, multitudinarias, presurosas.  Y me detengo a pensar frente a una publicidad, donde se lee, que el metro del DF, es el tercer metro más grande del mundo. No quiero imaginarme la dimensión del Metro de Moscú (que es el más gente transporta).
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Tengo un buen guía amigo conmigo. Quien se sabe todos los caminos (o eso me hace creer), para llegar casi a cualquier punto, sabe algunos trucos para no subir todas las escaleras de metro, así que bajo su consejo, nos saltamos de vagón en vagón.
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 Soy un huésped de una familia muy generosa, quien con recelo nos advierte cada uno de los peligros de esta gran urbe.
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Aun así, salgo de noche, con amigos. Una cantina, un par de cervezas indio, y un par de antros también.
Y confieso que me gusta más el centro, o los centros de esta ciudad. Y pienso que la mayoría de las ciudades que conozco se parecen entre sí. En el centro, de una ciudad, uno puede conocer la verdadera esencia y origen de la misma.
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Me gusta también Xochimilco. Las trajineras con nombres de mujer. Los mariachis, y del  Sur: La marimba. Para mí, que soy primerizo en las trajineras, es todo un festín de colores, sonidos y sabores.
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 Me gusta la posibilidad de tener muchas cosas, tan cercanas y disímbolas entre sí mismas. Me gusta, el corazón de izquierda de la ciudad.


La ciudad misma, te impulsa. Te sorprende constantemente y eso es lo que más me gusta. Pero por otra parte, como bien dije, y sostengo: es un monstruo de mil cabezas, que todo lo devora.